Sabemos que nuestra alimentación es fundamental para estar saludables, pero ¿qué tanto cuidamos realmente la salud digestiva? Nuestro sistema digestivo tiene una tarea titánica, ya que como explica Susan Bowerman (MS, RD, CSSD, CSOWM, FAND), Directora de Educación y Capacitación Mundial sobre la Nutrición, “analiza todos los alimentos que ingieres para distribuir los nutrientes y la energía a tu cuerpo”. Así que no solo es responsable de que tengamos combustible para vivir, sino que también es crucial en nuestro estado de ánimo.
Existen varios factores que influyen en el funcionamiento de nuestro sistema digestivo:
• La calidad de los alimentos
• Las porciones
• El tiempo que tomamos para cada comida
Por eso debemos evitar saltarnos comidas, comer demasiado rápido o tener una comida muy abundante. Esto puede desequilibrar el proceso y provocarnos gases, acidez o estreñimiento.
Para evitarlos, basta con estar conscientes de lo que comemos, es decir, prestar atención a por qué comemos, cuánto, cómo y en qué tiempo. En consecuencia, disfrutaremos la comida, aprenderemos a satisfacer el apetito con porciones adecuadas, tendremos más control de las calorías consumidas y daremos tiempo al sistema digestivo para digerir los alimentos apropiadamente.
Adicionalmente, si hacemos ejercicio, también aportaremos a la salud digestiva, ya que al contraer los músculos e intensificar la respiración, también se contraen los músculos intestinales y, por lo tanto, se favorece el tránsito intestinal.
Algo que suele sorprender es que existe una conexión especial entre nuestro cerebro y el aparato digestivo, que hace que sintamos malestar estomacal cuando estamos estresados, enojados o ansiosos, y por lo que se le conoce como “segundo cerebro”. Estas señales que van del cerebro al sistema digestivo también corren en sentido contrario para indicar, por ejemplo, que tienes apetito (si no has comido) o que comiste algo que no debías.
Escuchamos constantemente que para tener salud digestiva, también debemos consumir fibra, pero quizá falte precisar que si queremos beneficiarnos, también debemos beber suficientes líquidos y que existen dos tipos de fibra con distintas funciones:
• La fibra insoluble es aquella que no se disuelve en el cuerpo, pero absorbe agua y se expande. La encontramos en verduras, salvado y granos enteros, y ayuda a tener un tránsito regular, o sea, a evitar estreñimiento.
• La fibra soluble es aquella que se espesa y se hincha cuando entra en contacto con el líquido. Puedes hallarla en manzanas, naranjas, zanahorias, papa, avena, cebada y frijol, y te ayuda a sentirte satisfecho. Además de actuar también como prebiótico, favoreciendo la población de bacterias benéficas en tu aparato digestivo.
Por último, hablemos del microbioma intestinal, que es todo un ecosistema viviendo dentro de ti y compuesto por trillones de diversos microorganismos como bacterias, virus y hongos. El microbioma ayuda a:
• Descomponer la fibra dietética y extraer nutrientes de los alimentos.
• Mantener alejados agentes externos que pueden enfermarte.
• Producir varias vitaminas esenciales.
Algunos de los microorganismos que forman parte del microbioma intestinal son llamados probióticos, mismos que ingieres en tus alimentos y que ayudan a mantener un equilibrio en las bacterias de tu sistema digestivo. Una de las cepas de este tipo de bacterias más comunes es la lactobacillus acidophilus, que se encuentra en alimentos fermentados como el yogur, miso o tempeh (productos derivados de la soya), en alimentos encurtidos como los pepinillos, chucrut o kimchi (col fermentada), y en suplementos dietéticos probióticos.
Esperamos que estos consejos te sean útiles al elegir los alimentos para una dieta equilibrada. ¡Cuida tu salud digestiva y mantén tu bienestar!